La Misántropa

La muerte, el dolor, la mirada penetrante, los paseos por el jardín, los matrimonios conveniados, la extraña arquitectura de la vida, las ausencias, las hormigas que destrozan el huerto, el polvo que se posa sobre los objetos y sobre los amores truncos, las pérdidas definitivas y cierto tipo de eternidad son recontextualizados y traducidos a nuestros días sin perder un gramo de su belleza original. La altura poética y científica de Emily Dickinson, su manera de cuidar y estudiar plantas y arañar la tierra —cualquier tierra— contenidas en el jazmín blanco y el romero azul lograron, sin duda, hacer una pradera, la misma donde hoy podemos sentarnos a leer este poemario de Milho Montenegro que canta con acierto no ya a una creadora muerta, sino a una inmortal imprescindible cuya vida se funde con esplendor y fluidez en los versos del autor caribeño.